Un 25 de noviembre de 2014 dejaba esta vida el recordado Profesor Humberto Giannini Íñiguez. Profesor titular de filosofía medieval en la Universidad de Chile, fue especialmente sensible al problema del significado del comportamiento humano. No que se sintiera liberado del escrutinio de los demás, sino que una suerte de imperativo interior le movía como filósofo a pensar en el tema. Por supuesto que también a hablar, que es lo mismo que decir en este caso, a escribir. Por tanto, el asunto era crear un discurso teórico sobre la conducta de los hombres, sobre todo cuando se trataba del encuentro con los demás. Aparte de la conciencia moral, le interesaba inquirir sobre ese espacio común del hallarse con el otro.
En esas circunstancias, recuerdo aquí en especial una breve obra del profesor Giannini: Sócrates o el Oráculo de Delfos. Publicada en una época de mucha actividad intelectual y académica en la Universidad, lúcida y apasionada a la vez. Todo eso acontecía entre los hermosos jardines del antiguo recinto del Macul de la Universidad de Chile. Era 1970, y el libro fue editado por la Editorial Universitaria.[1] Por mi parte, yo participaba de su actividad académica como su profesor auxiliar de medieval, una asociación que duró varios años.
Este opúsculo es una una pieza teatral. Un diálogo, además, si de verdad hay una diferencia entre el arte dramático y un diálogo filosófico. Quizá lo disímil tiene que ver con la representación. Porque en el drama los asuntos no solo se hablan sino que se ponen en acción; y claro está, la filosofía es una ciencia que se piensa, se escribe, se habla; incluso, podríamos decir —como en este caso— se la puede representar del modo más parecido a como funciona la vida. El diálogo filosófico es, quizá, el que más se acerca a integrar todos estos elementos, como lo haría una pieza teatral. Por eso, Giannini quiso en esta obra presentar a Sócrates en el acto de ser un filósofo de su propio tiempo; y al momento de hacer frente además al último y más decisivo acontecimiento de su vida. Un asunto, por cierto, tanto filosófico como religioso. Porque, dice: ‘Sin el Oráculo de Delfos… quedamos fuera de la comprensión del drama’. Así, la dimensión moral de héroe queda superada, ya que el asunto principal está en interpretar a Sócrates desde las ‘condiciones espirituales del mundo helénico’.
Es un asunto complejo, por tanto, siendo esta una vivencia del ámbito religioso y racional a la vez, no fácil de interpretar bajo la mirada de la filosofía. Esta es la vivencia del ciudadano Sócrates que, como plantea Giannini en su prólogo, es un hombre que participa de la vida religiosa de su pueblo, centrada en especial en los oráculos. En estas circunstancias, la divinidad délfica ha decidido intervenir ‘mortalmente’ en la vida del filósofo, que se apresura ‘a investigar … la verdad del oráculo’. Este intento de seguro ha de costarle la vida; como si el dios de Delfos hubiera buscado su perdición, único modo de transformarlo en un héroe de características trágicas. Estos son los presupuestos de esta obra probablemente única en los anales de la filosofía en el país. Un diálogo filosófico escenificado como obra teatral, cuyos dramatis personae suman más de veinte actores.
Es probable que Giannini haya tenido la ilusión de ver representada su obra. En la sala de clases, primeramente, pero sobre todo en el escenario y con verdaderos actores. Las explicaciones que da para la puesta en escena de varias de las peripecias del drama así lo demuestran, aunque son a su vez una ayuda oportuna para el simple lector, que ve en parte compensada su imaginación al no poder ser un espectador. Pero ha tenido en cuenta además a los estudiantes de la educación media. Porque esta obra es un intento práctico y original de innovar en el campo de la enseñanza de la filosofía. Este método novedoso lo encontró en ciertos diálogos de Platón, precisamente, los que —como todo escrito de la época— se leían en voz alta y no en silencio, un hallazgo este último varios siglos posterior. Cuando apareció y prevaleció el lector silencioso (hacia fines del s. IV d. C.), el diálogo filosófico tuvo que adaptarse a una nueva situación.
La obra comienza con la voz potente del dios Apolo, sin que este aparezca en escena. El dios marca el destino, a la manera como se muestra en ciertas tragedias de Eurípides: ‘Hoy la obra ha de quedar concluida. Se cumplirá el oráculo, pero a nuestra manera’, dice. Estas palabras, vitales a mi juicio para la comprensión integral del drama, desaparecieron incomprensiblemente en la segunda edición. Aquí se expresa, como se dirá luego: ‘el misterio de la voluntad divina’. El agṓn o enfrentamiento trágico ha comenzado. Giannini reúne con acierto dramático lugares de Apología, Critón, Eutifrón, y Fedón, los cuatro diálogos más relacionados con el proceso y la muerte de Sócrates, como él mismo recuerda en el preámbulo.[2] Pero sobre todo, el filósofo autor ha logrado exitosamente presentar ante sus contemporáneos fragmentos del drama casi incomprensible del encuentro entre fe y razón. Un asunto que le interesaba doblemente a Giannini, como creyente y como profesor del pensamiento medieval. Porque este libro surgió principalmente de la necesidad de Giannini de mostrar en forma didáctica a sus estudiantes de filosofía, cómo ‘Sócrates actúa en el mundo para comprender la voluntad divina y someterse a ella’. Si creía, ¿que obligación tenía de demostrar la veracidad de ese oráculo? Pero la razón le exige someter la palabra divina a su escrutinio. Es que el Dios tenía razón, y la mente inquisitiva del filósofo de Atenas es inducida hasta el punto de llevarlo a la condenación y la muerte, como aquel lo había predicho.
Dr. Oscar Velásquez
[1]Una edición posterior, con algunos cambios sobre todo en su Preámbulo. La Razón Heroica (Sócrates y el Oráculo de Delfos). Catalonia. Santiago, 2006.
[2] Recensión de David Morales sobre la 2ª edición en revista Diadokhḗ 9 Santiago de Chile (2006) 97-104.